Como todos los días, caminaba por el vecindario buscando algo nuevo, algo diferente, algo que deslumbrara mis ojos mientras el sol brillaba para quemarme un poco, siempre caminaba por la misma calle solitaria y callada, en donde por las ventanas te observaban como si fueras un desconocido, pero que va si aquí todos nos conocemos. Por ejemplo la señora Carlota vive en aquella vieja casa desde que yo nací, recuerdo el día cuando se murió su esposo, la pobre ni salía a caminar como siempre lo hacía. Mi madre antes de marcharse de casa la cuidaba pero ahora que no está nadie la cuida, aun que si la señora es una cascarrabias.
Me detuve en una de las casas de la calle, esta se encontraba deshabitada desde hace un buen tiempo, al parecer el señor Luis decidió venderla cuando se gano la lotería, pero ¿por qué venderla? Si es una casa hermosa, llena de flores y ventanas grandes llenas de luz. Aun que los vecinos me han dicho que tal vez se mude su hijo, el cual se fue de casa para irse de viaje a Europa, dicen que es muy hermoso el niño y según tiene mi misma edad, 21, pero no creo que alguien deje la hermosa Europa para venir aquí, este pueblo callado y solo, en donde las plantas son las únicas que viven ya que cada vez hay más muertos en el cementerio.
Seguí caminando, iría hasta el parque y me regresaría, todos los días hacia la misma rutina aun que de vez en cuando me detenía en la playa para ver el amanecer ya que salía de mi casa muy temprano para ver el sol salir por el mismo lugar. Recordaba el nombre del hijo de Luis, Fernando se llamaba, lo recordaba, ¡cómo no recordarlo! Si era una guapura de niño, tanto así que siempre jugábamos juntos, su cabello negro hacían la combinación perfecta con sus ojos azules y su piel blanca como la de su madre, tengo que confesar que desde pequeña me gustaba, cuando se fue de su casa, apenas tenía 17 años me entro una depresión...
Comencé a correr, por un momento mis sentimientos volvieron, me había enamorado de mi vecino, de mi amigo, de mi cómplice, de mi risas, de Fernando, como olvidarlo, aun que no lo puedo negar el chico era extraño, siempre se encontraba leyendo, casi no salía, no le gustaba nadar, ni bailar, era un solitario de verdad. Pero su forma de ser conmigo era lo contrario, podíamos estar juntos todo el día lo cual el casi no hacía con sus amigos. Recuerdo aquella tarde de abril…
- ¿Vamos a salir hoy?, deberíamos, siempre estás leyendo tus libros, vamos, si quieres nos compramos ropa, o salimos a caminar…
- No quiero, ve tu, no necesitas de mi – dijo dándose la vuelta intentando evadir las palabras-.
- Claro que necesito de ti, quien me dirá que ese vestido me queda fatal?, pues tu tontito, vamos te prometo llegar temprano, no nos pasara nada, aparte tu padre llegara hasta mañana a tu casa – Dije intentando una escusa para que el saliera conmigo-.
- Está bien iré, al fin y al caso siempre salgo contigo, podemos ir a esa nueva tienda de ropa cerca del parque, yo te comprare el vestido… - Dijo mientras caminaba lentamente hacia la calle-.
- Sabía que no te resistirías a mis encantos de quinceañera, siempre caes como un rayo – le dije mientras lo seguía-.
Ese día fue el mejor, estuve con él todo el día, nos probamos toda la ropa del lugar, el compro un suéter de color negro, su color preferido, y yo pues un vestido rosa que me quedaba hermoso, tanto así que él se sonrojo al verme, aquel día sentía que podía darse algo entre los dos, pero que va no me atreví a más… Pero que podía pasar entre los dos, el era tan cerrado en las cosas del amor, tanto así que siempre rechazaba a las tontas de mi escuela, nunca se dio la oportunidad de amar.
Algunos lugares me traían más recuerdos de mi vida con Fernando, conocía a su familia desde hace tanto tiempo, se puede decir que nos mudamos casi el mismo día, desde que mi madre conoció a la familia de Fernando nos volvimos muy buenos amigos, de hecho el comía en mi casa casi siempre pues le fascinaba la comida de mi madre, aun que yo la odiaba, siempre me quejaba de ella.
Que podía decir de él, cuando cumplió los 16 se volvió tan guapo, tan hermoso, y cada vez mas callado, parecía que con los años se convertía más solitario, era tan callado, solo me observaba y de vez en cuando reía con mis cosas de niña. Me celaba cada vez que alguna niña se le acercaba a saludarlo, con esa típica mirada de coqueteo, pero él sabía lo que ellas buscaban, sabía quiénes eran, unas arpías, eso era, como no iban hacer, si siempre que salía estaban detrás de él como buitres detrás de carne muerte, y yo solo me ponía de mal humor toda la tarde, causando la burla de él.
Había llegado a la playa el amanecer comenzaba, aquel hermoso amanecer, el cual tenía mis recuerdos mas profundos, el agua se veía tan hermosa, me daba ganas de metérteme a nadar, pero la marea estaba alta, algo muy normal en la ciudad. Me detuve, me quite el sudor de la frente, respire profundo, saque mi móvil, marque el número, aquel que me diría si era cierto lo que se rumoraba, una voz cálida respondió, tanto tiempo sin escucharla, llevaba mucho tiempo sin escuchar un saludo igual. Tome aire y respondí al saludo, con el típico hola.
- ¿Quién habla? – Dijo la voz mientras yo volvía a tomar aire-.
- Soy Sofía, ¿me recuerda?... Su vecina – Dije mientras pasaba saliva-.
- Y ¿qué deseas? – Dijo él mientras el silencio se prolongaba en la llamada.- Habla rápido niña que no tengo todo el tiempo.
- Solo quería saber si Fernando, bueno si el… Es que… Bueno si va a volver al vecindario… - Dije mientras escuchaba la respiración de Luis-.
- Fernando… Bueno hija, no he hablado con él desde que se fue de casa, pues mi casa es su casa, como sabrás no la vendí, aun que mucha gente piensa que si… Fernando puede llegar allí en cualquier momento, por mi parte no sé nada de él, si llego a enterarme de algo te prometo que te llamare, se que lo extrañas, te entiendo yo igual lo recuerdo…
- Gracias señor Luis, si sabe algo no dude en llamarme a cualquier hora – Dije cortando la llamada-.
Vi nuevamente el sol salir, Rodrigo se puso a mi lado, como todos los días me iba a buscar para llevarme a desayunar. Rodrigo era el que me había sacado de esta depresión, le debía mucho, ahora éramos pareja, y era hermoso estar con él, pero no sentía lo mismo que por Fernando.
Le di un beso y proseguí a caminar con él a la cafetería cerca de la playa. El siempre me observaba con el mismo brillo mientras me sonrojaba. Tenía que superar a Fernando tal vez nunca lo volvería a ver.
- ¿Estás bien amor?, te noto diferente – Dijo el dándome un abrazo cálido como siempre lo hacía-.
- Solo es cansancio, no me pasa nada, cuando estoy contigo todo vuelve a la normalidad, no te preocupes amor – Tenía que mentirle, el conocía mi historia, el fue amigo de Fernando, se puede decir que su mejor amigo, no podía decirle que mi problema tenía nombre-.
Llegamos a la cafetería, pedí un café con pan francés, Rodrigo por su parte pidió lo típico, un jugo de naranja más huevo revuelto con pan. Hablamos sobre la carrera, estábamos a punto de terminar, estudiábamos lo mismo, Gastronomía, me fascinaba la cocina al igual que él.
Me levante de la mesa, vi hacia la playa, mi celular sonó, era un numero privado, ¿pero quién podría ser?, proseguí a contestar, el silencio, una voz, un sentimiento y un dolor llego, mi corazón lloraba mientras mi alma lo consolaba...
No hay comentarios:
Publicar un comentario